Cuentan que una vez,
cuando gobernaba OBATALÁ en la
tierra sucedió que la muerte, IKÚ, ANO la enfermedad, EYÓ, la tragedia , OFÓ,
la vergüenza y EYÉ, la sangre, tenían mucha hambre porque nadie moría, tampoco se enfermaban, ni peleaban, ni se abochornaban,
resultando que el bien de uno era el mal de los otros.
Entonces IKÚ, ARÓ,
OFÓ. IÑA y EYÉ para subsistir decidieron atacar a los súbditos de OBATALÁ,
quien con toda prudencia aconsejó a los suyos y les prohibió que no se asomasen
a las puertas ni a las ventanas, ni salieran a las calle por nada. Y para
calmar a IKÚ , ARO, OFÓ y EYÉ, les pidió
que tuvieran calma, pero el hambre que sufrían ellas ya era atroz y decidieron
salir a las 12 del día, con palos y latas, produciendo un gran estruendo por
todo el pueblo. Y las gentes
curiosas se asomaron
sin pensar en las ventanas.
IKÚ aprovechó y cortó
gran número de cabezas. Luego a las 12 de la noche volvió a oírse un ruido
ensordecedor, los imprudentes salieron a
las calles y se asomaron a las puertas y ventanas. Nuevamente IKÚ cortó gran número
de cabezas.
Desde entonces, a las 12 del día y a las 12 de la noche: IKÚ,
OFÓ, ARO y EYÉ rondan la calles en busca de víctimas, mas, las personas
juiciosa a esas horas se recogen en sus casas implorando a OBATALÁ que las
proteja.
OBATALÁ gobierna los
pensamientos y las ideas de todas las personas. Sabio extasiado que preside el
futuro en suave murmullo. Sus manos dan cariño a lo que tocan. Pero un día borracho y por descuido creó a los tullidos,
a los albinos y a los ciegos, pues todo creador no siempre produce buenas
obras.
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