El siglo XVI fue la época más fuerte de la esclavitud en América. Los africanos fueron arrancados de su terruño para ser vendidos a los grandes señores, dueños de haciendas y latifundistas a quienes servían de esclavos. Los africanos realizaban los trabajos más rudos en condiciones muy crueles, tanto, que no eran dueños de su vida. Para sobrellevar tan indigna vida, solían reunirse y formar comunidades en las cuales celebraban sus ritos religiosos y rogaban a sus santos para el alivio para sus sufrimientos. Fue así como se fue expandiendo el culto religioso de los dioses africanos (religión Yoruba) , inicialmente desde Cuba y luego por toda América, donde a pesar de la múltiples críticas y el rechazo de la iglesia, cuenta actualmente con miles de seguidores.
De la imposición de la fe católica por parte de los españoles, surge en los esclavos la necesidad de identificar cada uno de sus dioses con los de los cristianos y a partir de entonces, Olordumare es Dios; Obatalá será la Virgen de las Mercedes; Osain, San Rafael; Orischaoco, San Isidro; Elegguá, el Santo niño de Atacha; Ánima Sola y San Antonio; Oyá, La Virgen de la Candelaria, Santa Teresita y La Virgen del Carmen; Yemayá, la Virgen de Regla; Ochúm, la Virgen de la Caridad del Cobre; Changó, Santa Bárbara; Babá Lu Ayé, San Lázaro y Obba Moro, Jesús de Nazareno, entre otros.
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